27 septiembre 2006

99 ovejas

Hace unos días me quedé pensando en la parábola de la oveja perdida. Aquella historia, entre otras, que Jesús contó a quienes le reprochaban el juntarse con la "chusma".

"¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas,
no deja las noventa y nueve en el desierto,
y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?" (Lucas 15:4)

Una oveja se pierde, el pastor va en su búsqueda, la encuentra, se llena de alegría, regresa y celebra con sus amigos el acontecimiento. La historia es hermosa, aunque contiene un detalle escalofriante. Considerando al desierto como un sitio inseguro y peligroso, no es el mejor lugar para un grupo tan grande de ovejas carentes de cuidado.

Pensando ahora en la iglesia como una comunidad de gente enviada, me pregunto ¿no será que por causa de la inercia, la levedad, el conformismo, el sectarismo, la apatía... nos estamos convirtiendo lenta e imperceptiblemente en 99 ovejas solitarias dejadas en el desierto?

La Palabra de Dios da testimonio de que el pastor sigue buscando la que se encuentra perdida.

Fe es nostalgia


"Fe es nostalgia. Es un nudo en la garganta. La fe es más un paso adelante que una posición, más un presentimiento que una certeza. La fe es espera. Ella está caminando en el tiempo y en el espacio. Por lo tanto, si alguien se acerca y me pide (lo que sucede con frecuencia) hablar sobre mi fe, es exactamente sobre esa jornada en el tiempo y el espacio que hablo. Los altos y bajos de las lágrimas, los sueños, los momentos particulares, las intuiciones. Hablo sobre la sensación ocasional que tengo de que la vida no es una secuencia de eventos que generan otros eventos al azar, como un golpe en el juego de billar hace que las bolas partan en diferentes direcciones, sino que la vida tiene un itinerario, así como en una novela aquellos eventos, de algún modo, nos llevan a algún lugar".

Extraído por Philip Yancey de Going on Faith de Frederick Buechner y citado en Alma Sobrevivente - Mundo Cristão - página 263. Tradujo Gabrindio :)

25 septiembre 2006

Fe también es duda

por Ricardo Gondim

“y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres" Juan 8:32

Vivo inquieto; reconozco mis dudas. Siento que las respuestas estereotipadas, y supuestamente hegemónicas de la religión, pierden su vigor dentro de mí. Ávido por saber, leo lo que se escribe sobre Dios, sobre la saga humana y sobre la estupidez de las lágrimas de los niños que mueren de forma aún más estúpida por el mundo. Mi labor personal y mi búsqueda frenética de entender los por qué reposan sobre algunos presupuestos.

  • Creo en la realidad trascendental tanto como en nuestra capacidad, divinamente inspirada, de sublevarnos contra las tragedias y de acoger la felicidad que nos sobrevienen indiscriminadamente. Considero que fuimos dotados de una valentía virtuosa para cuestionar y que podemos distinguir la verdad de la realidad. Acepto la tradición aristotélica de que la verdad es, muchas veces, un proceso de adecuación de nuestra razón a las cosas. Así, entiendo que necesitamos rebelarnos contra toda forma de dominación. Me repugna quienes osan negar la sed trascendental en la humanidad. Confío en el ideal libertario que mobiliza a los constructores de la historia.

  • Creo que no debo domesticarme atemorizado por el dogmatismo religioso que promuebe el estancamiento. No espero encontrarme, un día, petrificado por las conclusiones ajenas. Odio imaginar que, por temer lo nuevo, me convertiré en un fanático intransigente y arrogante.

  • Creo que no puedo aceptar la idea de ser un eslabón más en la larga sucesión de pensadores cristianos que empequeñecieron el conocimiento de Dios. La teología ya fue sometida como súbdita ideológica de los poderosos. De esta manera, rechazo esa teología ilusoria que se presta al mantenimiento de privilegios y al oscurecimiento de la razón.

  • Creo que necesito apartarme de la mentalidad de gueto de los evangélicos. Sin embargo, mi distanciamiento debe anhelar una mayor aproximación a la vida. Creo en la posibilidad de recuperar la pasión por la vida, transformar la existencia en una aventura cautivante y reconquistar los procesos que se perdieron por la inercia de las doctrinas ya hechas.

  • Creo que Dios quiere vernos desarrollando una fe impregnada de responsabilidad. Permanezco convencido que El desea ayudarnos a ser responsables, responder por nuestros actos y no huir de sus consecuencias. Estoy de acuerdo con el pensador existencialista Gabriel Marcel que afirmó: "El hombre libre es el que puede prometer y puede traicionar". Sigo convencido de que el pensamiento teológico nos debe mantener conscientes de que la transgresión de la ley es siempre posible, aún la no codificada, pero que nosotros mismos escojemos respetar.

  • Creo que no puedo cimentar mis convicciones únicamente sobre el sentido común. Rechazaré los bozales impuestos por la tradición y por el fundamentalismo carente de crítica. Quiero mantener viva dentro de mi la llama de la Reforma Protestante que se opuso al dogmatismo; reivindicaré la posibilidad de la duda. Quiero ser un protestante que no se aterroriza con la mentalidad analítica. Abdico de la religión infantilizadora.

  • Me siento cada vez más ajeno a aquellos que se contentan en repetir las conclusiones de los otros. Los reconozco como profetas patéticos; esforzados en impedir que usemos nuestra mente para evitar la alienación. Acepto los argumentos filosóficos de Maria Lucia Aranha de que el uso de la palabra alienación representa un peligro en todos los sentidos: "En el sentido jurídico, se pierde la posesión de un bien; para la psiquiatría, el alienado mental es aquel que pierde la dimensión de sí en la relación con los otros; por causa de la idolatría, se piede la autonomía; según la concepción de Rousseau, el pueblo no debe perder el poder; la persona alienada pierde la comprensión del mundo en el que vive y se vuelve ajena a segmentos importantes de la realidad en que se encuentra inserta".

  • Creo en mi vocación y elección cristianas, por lo tanto, no me adaptaré al inmovilismo reaccionario "hospedado en la comodidad de las verdades absolutas". Escucho en la revelación bíblica la invitación para seguir lo infinito, allá donde nunca se pierde el asombro. Por lo tanto, no evitaré maravillarme delante del Misterio, la única manera de ser libre.

  • Soli Deo Gloria.

    22 septiembre 2006

    Te estamos llamando, Señor

    "Te estamos llamando, Señor.

    Porque seis días trabajaste y al séptimo descansaste. Esa fue tu enseñanza: apartar un día para tu honra. Por eso, hoy, mujeres y hombres de este barrio dejamos nuestros trabajos y llegamos hasta esta casa para pedirte que te quedes con nosotros.

    Pero, en una esquina con semáforo, en (el barrio porteño de) Mataderos, hoy trabaja Cachito, un pibe de ocho años, con su esponja y baldecito limpiando vidrios de los autos.
    Por eso te imploramos, Señor, ¡míralo!

    A la salida de una enorme iglesia de (el barrio porteño de) Recoleta, trabaja Dorita, ella está en la escuela primaria, pero hoy vende estampitas a todos los que salen del templo.
    Por eso te rogamos, Señor, ¡cuídala!

    En una tierra lejana, aunque muy cerca de donde nació Jesús, tu Hijo, Mohamed el carpintero, llora y maldice mientras termina su trabajo: es una pequeña caja de madera. Hoy deberá entregar doce cajas más para enterrar a los chicos que mató el misil que cayó ayer en el pueblo.
    Por eso te pedimos, Señor, ¡consuélalo!

    Ya lo ves, llegamos con algún cansancio y el corazón herido.
    Porque pese a tantas maestras y maestros abnegados, a tanta enfermera y médico esforzado, a tantas madres y padres amorosos, todavía toleramos a esos que esclavizan, que humillan y que matan a nuestros niños.

    Por esta culpa vieja que arrastramos, por todo el desvelo que merecen nuestros pibes, por esta deuda que tenemos con la vida, te rogamos humildemente, casi avergonzados, no nos dejes solos, Señor.

    Ven a acompañarnos, necesitamos tu consuelo o tu juicio, pero no nos niegues tu presencia. ¡Con ansias esperamos tu Palabra y el vuelo de tu Santo Espíritu para que nos deje tu paz!

    Te invocamos, Señor. ¡Amén!"

    Hugo R. Tisera
    Red de Liturgia del Consejo Latinoamericano de Iglesias

    12 septiembre 2006

    Valor

    "El valor de las cosas no está en el tiempo que ellas duran, sino en la intensidad con la que suceden. Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas incomparables"

    Fernando Pessoa
    poeta portugués
    1888 - 1935

    07 septiembre 2006

    La bienaventuranza que aún no alcancé

    por Ricardo Gondim

    Mi padre falleció el día seis de diciembre de 2005. En su funeral, agradecí a Dios por su mayor legado en mi vida: dignidad.

    En la época del golpe militar de 1964, papá no claudicó y fue preso. Conducido a la base aérea de Galeão, permaneció incomunicado durante muchos meses. Sufrió tortura, humillación y aún después de ser juzgado y declarado inocente fue expulsado de las Fuerzas Armadas. Implacablemente patrullado por el régimen mi padre fue un ejemplo de firmeza.

    Delante de él percibí que existen virtudes que aún no alcancé. Reconozco que no encajo en la bienaventuranza de Mateo 5:10 "Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos".

    No me puedo incluir en esa promesa pues nunca hice ninguna vigilia solitaria en las veredas de los hospitales públicos que desprecian el derecho del pobre, nunca marché por los ancianos y nunca corrí riesgo alguno por niños abandonados; aún no me encadené a un árbol para no permitir que él sea cortado por la gula de la especulación inmobiliaria; aún no hice huelga de hambre por ninguna causa.

    No puedo reclamar ser incluido en este versículo del Sermon del Monte se para mí el tráfico internacional de prostitutas es apenas una noticia bizarra en el informativo de las 8 de la noche. Aún no organicé ninguna manifestación contra el avance de la pedofilia. ¿Cómo puedo considerarme bienaventurado si analizo los movimientos sociales con lentes ideológicos y no percibo en cada uno de aquellos manifestantes harapientos un ser humano carente de dignidad?

    Despues que enterré a mi padre medité sobre mi vocación, y ahora atino sobre por qué nunca me esposaron o persiguieron.

    Fui institucionalizado. El sistema me tragó. Toda mi vida acepté pasivamente que las banderas ideológicas fueran arriadas por el poder del capital. Ingenuamente no escuché cuando un pastor chino me advirtió, hace mas de veinte años, que ninguna ideología, partido político o sistema religioso consigue resistir al poder del capital. Así, con los brazos cruzados, dejé a mi generación capitular delante del consumismo materialista. Desde la platea asistí a la transformacion de muchas iglesias en mostradores de servicios religiosos y a muchos pastores convertirse en mercachifles de la Palabra de Dios.

    Jesús prometió a los perseguidos por causa de la justicia una gran recompensa en los cielos. No puedo esperar tal galardón. Mi vocación profética es simbólica, con poca densidad. Siempre encontré más fácil criticar que involucrarme. Me olvido que el movimiento desencadenado por Rosa Parks contra las leyes racistas del sur de Estados Unidos sólo progresó porque Martin Luther King no tuvo miedo de marchar por las calles de Alabama. El apartheid de Sudáfrica sólo fue desmantelado porque el obispo anglicano Desmond Tutu resolvió transformar sus sermones en acción política y el metodista Nelson Mandela pasó 30 años en la cárcel.

    Confieso. Aún no me veo digno de la felicidad de recibir el mismo galardon de los profetas. Pues ellos defendieron a los huérfanos y a la viudas, yo me contenté con predicar un mensaje desencarnado. Por años hablé del cielo para huir de las injusticias que me rodeaban. Erré, al prometer salvación como una forma de mitigar el sufrimiento impuesto a los pobres por gobiernos sin prioridades. Hablé, cuando no comprendí la advertencia de Santiago (1:27) "La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo".

    En el Sermón del Monte sólo una virtud es mencionada dos veces: justicia. Ella es tan prioritaria para Jesús que sólo entenderé completamente su valor cuando siga sus pasos rumbo al Calvario.

    Vala la pena recordar a personas en Brasil como Frei Betto, que tambien sufrió durante la dictadura. Enclaustrado y sin perspectiva de liberación, el notó que sus verdugos procuraban humillarlo aún más. Usando artilugios legales procuraron cambiar su condición de preso político para el de condenado común. En esa circunstancia ese fraile católico hizo una huelga de hambre como forma de resistencia. Después de varios días sin alimentación, debilitado y peligrosamente próximo a morir, sus familiares intentaron persuadirlo, pidiendo que se retracte: "Basta Betto, nuestra mayor dádiva es la vida" le dijeron. "No la arrojes por un detalle jurídico", insitieron. Resuelto, él respondió: "No, la mayor dádiva que recibí de Dios no fue la vida, y sí la dignidad". La bienaventuranza que genera dignidad nace del compromiso con la justicia, de la disposición de transformar valores en acción, y de la inconformidad con la cobardía.

    Se que aún tengo mucho que aprender y crecer, pero antes de hacer mi última travesía, espero ser incluido en esa felicidad que pertenece solamente a aquellos que pudieron repetir con Pablo (Hechos 20:24): "Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios".

    Soli Deo Gloria