Me pasó los otros días.... Después de una mañana complicada me puse a caminar hasta una parada diferente a la usual donde tomo el colectivo. Fue en el barrio del "angel gris", donde al lado de la avenida hay una iglesia (de esas grandes y antiguas).
Entré más por curiosidad. Lugar curioso para un evangélico como yo, aunque es cierto que ciertos templos ofrecen al visitante un poco de tranquilidad y silencio, difíciles de conseguir en una ciudad tan ruidosa como Buenos Aires.
Ahí me encontraba, caminando y mirando. Me sorprendió ver una imágen de Teresa de Calcuta... Allá, por adelante, estaba sentado un muchacho, se lo veía sucio y cabizbajo. Me senté detrás de él, aprovechando a tomar un poco de aire fresco antes de seguir mi viaje. Vi que tenía una pequeña bolsa entre las manos de donde sacaba pedazos de pan y comía, con ansiedad y con hambre.
En un momento ya era tiempo de seguir mi camino. Mientras caminaba hacia la puerta de salida, algo inesperado pasó... Alguien, grande, alto, obeso, evidentemente vinculado al lugar, que apareció de una puerta lateral caminó hacia donde estaba este muchacho allá adelante y habló lo suficientemente fuerte como para que todos ahí adentro escucharan:
-Flaco, no se puede comer acá adentro... Esto es una iglesia, no un parque- y agregó -así que ya sabés, a comer... afuera!-
Me quedé sorprendido. Pensé que le iba a convidar un vaso de agua o tener algún gesto de solidaridad. Era evidente que el pibe tenía hambre. Me pregunté ¿esa es la casa de Dios? ¿en la casa del Padre, los hijos que tienen hambre, no pueden comer?.. Muchas preguntas.
Se que sin importar el "cartel" de la iglesia los casos de exclusión se dan por todos lados. Mea culpa. Sin acusar y sin excusas. Y me pregunto ¿será coherente mi fe con la manera en como vivo mi vida?
De una cosa estoy seguro: si Teresa de Calcuta viviera en Buenos Aires, no sería presa de ningún templo.
Soli Deo Gloria