No sólo de pan vive el hombre
Tomado del blog en portugués 'Sombra do Deserto'
Un día, mientras era pequeño, un hombre llamó a la puerta de mi casa a la hora del almuerzo mendigando un poco de pan.
Habiendo comida sobre la mesa mi padre le invitó a entrar y comer, no sólo pan, sino participar del resto de la comida que le serviría en un plato como a los demás.
El hombre rehusó el plato y el vaso de vino que le extendieron mis padres, justificaba esa decisión la tuberculosis que padecía y el temor de contaminar a quien le daba de comer. Era la enfermedad que le impedía trabajar y ganar el sustento.
Mi padre le dijo que comiera sin temor a la mesa de quien ya había sufrido la misma enfermedad y que sabría como proceder, por la experiencia del pasado.
Resignado y con más confianza el mendigo sació su hambre y su sed, sobre aquellos gestos dignos de inspirar la más solidaria de las Santas Cenas y donde cualquier mendigo era elevado a la condición de apóstol en una religión anónima de solidaridad. Misterio, quién sabe, de la fe o de la fraternidad.
Hoy ya no tengo a mi padre, pero guardo este recuerdo de él, de aquella situación y del pan y de los mendigos que continúan tocando a la puerta de cada uno de nosotros.
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