por Ricardo Gondim
“y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres" Juan 8:32
Vivo inquieto; reconozco mis dudas. Siento que las respuestas estereotipadas, y supuestamente hegemónicas de la religión, pierden su vigor dentro de mí. Ávido por saber, leo lo que se escribe sobre Dios, sobre la saga humana y sobre la estupidez de las lágrimas de los niños que mueren de forma aún más estúpida por el mundo. Mi labor personal y mi búsqueda frenética de entender los por qué reposan sobre algunos presupuestos.
Creo en la realidad trascendental tanto como en nuestra capacidad, divinamente inspirada, de sublevarnos contra las tragedias y de acoger la felicidad que nos sobrevienen indiscriminadamente. Considero que fuimos dotados de una valentía virtuosa para cuestionar y que podemos distinguir la verdad de la realidad. Acepto la tradición aristotélica de que la verdad es, muchas veces, un proceso de adecuación de nuestra razón a las cosas. Así, entiendo que necesitamos rebelarnos contra toda forma de dominación. Me repugna quienes osan negar la sed trascendental en la humanidad. Confío en el ideal libertario que mobiliza a los constructores de la historia.
Creo que no debo domesticarme atemorizado por el dogmatismo religioso que promuebe el estancamiento. No espero encontrarme, un día, petrificado por las conclusiones ajenas. Odio imaginar que, por temer lo nuevo, me convertiré en un fanático intransigente y arrogante.
Creo que no puedo aceptar la idea de ser un eslabón más en la larga sucesión de pensadores cristianos que empequeñecieron el conocimiento de Dios. La teología ya fue sometida como súbdita ideológica de los poderosos. De esta manera, rechazo esa teología ilusoria que se presta al mantenimiento de privilegios y al oscurecimiento de la razón.
Creo que necesito apartarme de la mentalidad de gueto de los evangélicos. Sin embargo, mi distanciamiento debe anhelar una mayor aproximación a la vida. Creo en la posibilidad de recuperar la pasión por la vida, transformar la existencia en una aventura cautivante y reconquistar los procesos que se perdieron por la inercia de las doctrinas ya hechas.
Creo que Dios quiere vernos desarrollando una fe impregnada de responsabilidad. Permanezco convencido que El desea ayudarnos a ser responsables, responder por nuestros actos y no huir de sus consecuencias. Estoy de acuerdo con el pensador existencialista Gabriel Marcel que afirmó: "El hombre libre es el que puede prometer y puede traicionar". Sigo convencido de que el pensamiento teológico nos debe mantener conscientes de que la transgresión de la ley es siempre posible, aún la no codificada, pero que nosotros mismos escojemos respetar.
Creo que no puedo cimentar mis convicciones únicamente sobre el sentido común. Rechazaré los bozales impuestos por la tradición y por el fundamentalismo carente de crítica. Quiero mantener viva dentro de mi la llama de la Reforma Protestante que se opuso al dogmatismo; reivindicaré la posibilidad de la duda. Quiero ser un protestante que no se aterroriza con la mentalidad analítica. Abdico de la religión infantilizadora.
Me siento cada vez más ajeno a aquellos que se contentan en repetir las conclusiones de los otros. Los reconozco como profetas patéticos; esforzados en impedir que usemos nuestra mente para evitar la alienación. Acepto los argumentos filosóficos de Maria Lucia Aranha de que el uso de la palabra alienación representa un peligro en todos los sentidos: "En el sentido jurídico, se pierde la posesión de un bien; para la psiquiatría, el alienado mental es aquel que pierde la dimensión de sí en la relación con los otros; por causa de la idolatría, se piede la autonomía; según la concepción de Rousseau, el pueblo no debe perder el poder; la persona alienada pierde la comprensión del mundo en el que vive y se vuelve ajena a segmentos importantes de la realidad en que se encuentra inserta".
Creo en mi vocación y elección cristianas, por lo tanto, no me adaptaré al inmovilismo reaccionario "hospedado en la comodidad de las verdades absolutas". Escucho en la revelación bíblica la invitación para seguir lo infinito, allá donde nunca se pierde el asombro. Por lo tanto, no evitaré maravillarme delante del Misterio, la única manera de ser libre.
Soli Deo Gloria.
2 comentarios:
¡Gracias por tu labor de traducción Gabriel!
Hola Carolina!
La verdad es que me gusta mucho el portugués. Hay mucha gente linda que es parte de mi historia allá en Brasil.
Como te darás cuenta, también admiro a Ricardo Gondim. Esa 'honestidad brutal' que tiene al escribir me cautivó desde que lo conocí.
Gracias a Dios por tantos hombres y mujeres que uno va encontrando en este Camino, y que hacen bien.
Saludos,
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