13 febrero 2007

Kyrie Eleison o "el libro que se me pegó a la mano"

Leo sobre la fe. Me gusta. Disfruto esos puntos de encuentro con casi todos los autores que puedo leer. Dri, Gondim, Marina, Mujica, Ronchi y Rooy son mis compañeros de camino en lo que va del 2007.

Estoy leyendo Kyrie Eleison (Ed. Troquel) del escritor, poeta y cura argentino Hugo Mujica. Comparto algunos pasajes que he disfrutado mucho. Espero que la jornada por recorrer nos proporcione más instantes llenos de gracia como estos.

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La promesa renacentista de hacernos personas se replegó en ser individuos, los individuos degeneraron en sujetos, sujetos de todo, sujetos a todos los objetos.
Frente al maquinismo, al coloso construido por el hombre enajenado de él, no hay distancia de reverencia ni cercanía de intimidad: no hay relación, solo función. Las actividades humanas, lejos de personalizar e integrar, tipifican y disuelven, masifican y estandarizan. Ser diferente se torna ser culpable.
El hombre ya no comprende. Ocasionalmente trata de reflexionar sobre su existencia, buscar el significado y el valor de la vida, su vida. De tanto en tanto, y sólo de tanto en tanto, reflexionamos. Pero también sabemos la otra verdad, la verdad que prevalece, tememos pensar, tememos desengañarnos de las verdades con que nos mentimos.
Cuando el hombre piensa, cuando ocasionalmente lo hace, comienza a abstraer, a sacar conclusiones, a barajar silogismos... Más que pensar, aunque use palabras, calcula, computa, programa. También su reflexión esta resquebrajada, esta entrojada en el cuadriculado de la razón, enajenada de su intelecto, alienada de su corazón. En todas sus ideas parece campear el mismo prejuicio, la misma limitación: su reduccionismo, su querer explicar todo por la parte, lo más por lo menos, la verdad por su verdad.
En búsqueda de su última realidad, de su último fundamento, el hombre se siente perdido. Mide la distancia que lo separa de ella… Se descubre extranjero de su origen, incapaz de su destino… Pero el hombre no esta solo, nunca fue dejado solo.
Peregrino hacia su corazón, llega a descubrir en el fondo de su ser una realidad desde la cual viene y hacia la que va; una inaprehensible irradiación, una gratuita comunión.
El hombre se descubre, se escucha, proyecto viviente de Dios, gesto de Dios.
En este itinerario hacia el propio destino, Dios aparece como Otro sólo después de una larga trayectoria, de una larga marcha de la humanidad y de cada hombre. Su trascendencia se va diafanando a medida que el camino va orillando donde ya no es camino. Después viene el salto, la entrega hacia Aquel que viene desde nuestra misma caída.
Salto sobre el abismo no sólo ontológico sino también culpable, salto hacia el hiato tan humanamente infranqueable que es expresión no solo de la trascendencia de Dios sino también de la salvación que nos regala, de la gracia salvífica de Cristo Jesús. Salto hacia donde ya no hay lugar, sino Presencia, encuentro, gracia recreadora, salvación.
Esta unión personal con un Dios personal, excede todo otro modo de relación, todo otro modo de unión, de intimidad, de personalización. Todo lo que constituye al hombre, sus luces y sus sombras, lo que es y lo llamado a ser, su misterio y su aparecer, su logro y su fracaso, está presente en esta inasible participación con su Creador. Todo lo que el hombre realiza o destruye, lo que elige u omite, lo religan o lo alienan a Él.
Sin esta apertura relacional el hombre no podría ser, no podría ir recibiendo al ser de Aquel que le va creando, que le va amando. La persona se realiza en esta trascendencia, trascendiéndose a sí misma hacia delante: asumiendo y labrando la historia, trascendiéndose desde sí misma, dejándose embargar, transfigurar.
Esta constante búsqueda, donde lo escondido del corazón costea lo escondido de Dios, donde "un abismo llama al otro abismo", recorre la historia del hombre, la recorre por tantos años como años tiene su existir.

2 comentarios:

Carolina García dijo...

Otra vez, gracias por compartir Gabriel. Este escrito es delicioso. Por lo bien escrito y por el tamaño de contenidos.
¡Estoy de comilona de textos!.

Gabriel dijo...

Me alegro!

Mujica es uno de los pocos curas intelectuales que conozco de mi país. No había tenido el gusto de leerlo antes, sí lo había escuchado en algunas entrevistas; un hombre sumamente inteligente. Como nos pasa con todos, hay cosas en las que discrepo, pero celebro esos puntos de encuentro, como lo dije en el post.