30 agosto 2006

A mi abuelo

Otra vez el desvelo.
Me acordé de tus ojos, tu mirada lejana.
Sentí otra vez tus pasos lentos, dolorosos.

Prometí no olvidar tu sonrisa, tus abrazos.
Tus palabras tiernas, tu complicidad amiga.

Tu soledad, es ahora mía.
Es tu Dios trascendente, que me atrapa, me vence.

Escuché el murmullo, tu oración silenciosa;
que repite mi nombre, cada día.